
Los invidentes
por Víctor H. Orduña -Shamir- hace 2 meses
Un hombre y una mujer
se encuentran de frente.
Rayo fulminante, han sido creados.
Escuchan cifras: sístole, diástole.
Canción de cuna.
La respiración pronuncia sus nombres,
se conocen de siglos,
se penetran.
Fueron hermanos,
esposos, amigos; pájaro y luna,
rio y lagarto, piedra y camino.
Cabe uno en otro.
El milagro existe,
es la esencia del amor sin prisas.
Son invidentes;
ahora no necesitan los ojos porque lo saben todo.
El amor los ilumina.
No miran el mundo, no les hace falta,
se tienen el uno al otro:
ríen, lloran, cantan …caminan.
Su tórax les dicta el rumbo.
Desconocen el color rojo,
la sombra de los sicomoros
y los atardeceres de mayo.
Aprendieron a ver
con las rodillas,
con los pulmones,
con las manos.
Su corazón es su ojo.
Saben decir te amo,
conocen el llanto,
son invidentes callados.
No son ciegos de amor como otros tantos otros,
ellos nacieron sin ojos.
El amor los ha salvado:
ese amor silencioso de mirarse
con los parpados cerrados.
Ese amor de ser ojo, completamente ojo sin ojos, sin parpadear un instante,
amar profundamente,
hasta ser un ojo que lo mira todo.
Los invidentes lo saben.
No tiene ojos,
aman y aman sin mirar,
saben que el amor
no comienza por los ojos,
saben que amar no es mirar,
saben que amar es amar.
Nadie conoce dónde comienza el amor.
Los invidentes, sí.
Ellos han puesto una marca que los transeúntes no podemos mirar.
Una línea plateada que nace
…al cerrar los ojos.
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