
Etérea metrópolis que canta
por Víctor H. Orduña -Shamir- hace 3 meses
Aquí es la tierra natal. Aquí es. Alguaciles declaman a Goethe para
transeúntes invisibles maleducados, ciclistas atraviesan el Canto VI persiguiendo a Virgilio, pobre errabundo, hurga epopeyas infinitas en un bote de basura, encuentra entre las cáscaras podridas acentos diacríticos y a Sancho Panza con medio mordisco. Plaza, siempre luces brillante, algún merolico mal versa los últimos Ulises de James Joyce, mercados donde se comercia con Proust en la boca, prostíbulos donde se recita a Cummings,
parquímetros develando a Vallejo, los niños duermen en azoteas colgantes
escuchando a Chejov. Hace días Dostoievski cruzaba la calle. Si se
descomponen las farolas, las banquetas se quedan sin letras. Lloran noctámbulos, gimen paradigmáticas quimeras, aceras en blanco sin escaleras ni renglones. Semáforos previamente programados narrando
micro historias de humor negro. Andenes automáticos cronometrados por greguerías y epitafios. Un lanzafuego expulsa los cuervos de Poe a los automóviles que carburan con filosofía, sacerdotes exorcizando al Sócrates que se cree poeta, vándalos intelectualoides asaltando al Cortázar que sueña ser televisor, pescadores sacando líneas kafkianas de alcantarillas sin espinas, cazadores dialécticos disparándole a lovecrafes en peligro extinción. Aquí es la tierra natal. Ministros poetas, embajadores cantores, comisarios trovadores, choferes exegetas, burócratas rapsodas. Ahora recita recalcitrante el abonero: “Belleza indisoluble sobre etérea metrópolis que canta, que canta, que canta, que canta”. Abra la puerta por favor.
Del libro: Ciudad de las palabras.
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